CRISPR, el mayor descubrimiento ‘biotec’ del siglo

Aunque figuraba en muchas quinielas, al final ningún científico vinculado al descubrimiento de la técnica CRISPR/Cas de edición genética se ha llevado el Nobel de Medicina 2016, que ha sito otorgado al japonés Yoshinori Ohsumi, por sus descubrimientos sobre los mecanismos de la autofagia.

Hace pocos días, un diario español entrevistaba a Francisco Martínez Mójica, un científico de la Universidad de Alicante que fue el primero en identificar y bautizar a los CRISPR (del inglés clustered regularly interspaced short palindromic repeats), es decir fragmentos de ADN que contienen repeticiones cortas de secuencias de bases separadas regularmente. Las investigaciones del equipo de Mójica vincularon, ya a finales de los 90, los CRISPR con el sistema inmunitario de organismos procariotas (bacterias y arqueas) y fueron la base para desarrollar el sistema conocido como CRISPR/Cas, empleado para la edición de genes (agregando, interrumpiendo o cambiando las secuencias de genes específicos) y para la regulación génica en diferentes especies. El nombre de Martínez Mójica había sonado insistentemente en los últimos meses como posible receptor del Nobel, sobre todo en España, pero fuera eran otros los nombres que se barajaban.

Mójica identificó los CRISPR, pero han sido otros equipos científicos los que han hecho posible desarrollar la técnica de edición génica —equipos como los de Jennifer Doudna, de la Universidad de California, y Emmanuelle Charpentier, del Institute Max Plank, que descubrieron la capacitat de la proteína Cas9 de cortar las secuencias de ADN que separan los CRISPR. Estas nuevas herramientas, que la MIT Tecnology Review ha llamado «el mayor descubrimiento biotecnológico del siglo», parecen llamadas a cambiar radicalmente ámbitos como la medicina y la agricultura y, en general, nuestra capacidad de producir e innovar a partir de la materia viva. A diferencia de la ingeniería genética clásica, en la que se modifica, por ejemplo, la resistencia a una plaga de una planta añadiéndole un gen ajeno, las técnicas CRISPR/Cas permiten potenciar un rasgo genético o eliminarlo sólo manipulando el material genético del propio organismo sobre el que se actúa, lo que no sólo tiene un potencial científico extraordinario, sino múltiples implicaciones legales y regulatorias, que habrá que estudiar y desarrollar.

Mientras por aquí especulábamos sobre quien se llevaría el Nobel, en Estados Unidos —país de gente pragmática— el Broad Institute del MIT (Boston) y el investigador Feng Zhang se han hecho con una patente para las aplicaciones de la técnica CRISPR que acaban de licenciar a Monsanto, aunque hay abierta una intensa batalla legal entre varios centros europeos y americanos que podría invalidar la actual patente. Maxx Chatsko, de FOX Business, analizaba en un reciente artículo como afectara el disponer de esta tecnología a la valoración financiera de Monsanto y a su proyecto de fusión con Bayer. CRISPR permitirá reducir drásticamente el tiempo y la inversión necesarios para crear una variedad vegetal modificada genéticamente —que un estudio de 2011 calculaba que cuesta alrededor de 136 millones de dólares y 13 años de tiempo— y acelerar la innovación puede incrementar exponencialmente los beneficios. Ante el potencial de crecimiento que supone CRISPR, Chatsko afirma que los 57.000 millones de dólares en que se ha valorado la compra de Monsanto por parte de Bayer son para sus inversores «un acuerdo horrible».

Los financieros estiman su potencial económico mientras filósofos y pensadores científicos nos advierten de las disyuntivas éticas a las que nos confronta el uso de las técnicas CRISPR, especialmente si éstas se llegaran a emplear para la modificación genética de embriones humanos, algo que para César Nombela, catedrático de Microbiología y miembro del Comité de Bioética de España, significaría «instrumentalizar el ser humano, en contra de su dignidad».

Este año no se ha llevado el Nobel, pero seguro que CRISPR será el foco de una intensa atención científica y social en los próximos años. 

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