El cuarto congreso de la Asociación de Comunicadores de Biotecnología, BioComunica18, que se celebra hoy en Sevilla, se abre con un debate sobre las fake news en ciencia, y los tres ponentes inician su intervención dudando del significado y relevancia real de ese término, porque, subrayan, noticias falsas las ha habido siempre y porque, como indica Jesús Méndez, escritor y periodista científico, no ha podido establecerse una relación directa entre la intensidad de fake news en las redes sociales más seguidas en determinados países y los movimientos sociales pro o contra algún hecho médico (como puede ser el movimiento antivacunas).
«Las fake news se generan y se difunden porque queremos creer, y acabamos leyendo lo que confirma nuestras ‘sospechas'», dice Daniel Mediavilla, de Materia, quien se confiesa pesimista respecto a la posibilidad de que desaparezcan las noticias falsas o —mentiras más sutiles y frecuentes— las «versiones interesadas de la realidad», pero apunta la educación y la trazabilidad (que se sepa quien hay detrás de una información: el/la periodista y sus fuentes) como posibles instrumentos para navegar el mar de la información.
¿Es labor de los medios de comunicación «desmontar» las fake news? «Depende de quien lo diga», responde Mediavilla. Si una persona con un cargo público o que es un referente social difunde una información científica falsa, si puede ser necesario desmentirla, «pero teniendo cuidado de no amplificarla en lugar de rebatirla», advierte Ángela Bernardo, de Fundación Civio.
El debate trae a colación el problema de la pseudoterapias difundidas desde la televisión pública y cómo hay que tratar temas con gran resonancia social y poca o ninguna base científica, donde no siempre la razón científica se impone sobre la demagogia, y menos cuando se plantea en forma de debate entre dos «iguales». La solución, se comenta, pasa probablemente por huir de un estilo de información de blancos y negros, y ser capaz en cambio de comunicar los matices y ser crítico con la ciencia cuando no funciona, que también pasa. «La ciencia es incertidumbre», apunta Méndez. Y saber ver, comenta Bernardo, los problemas que hay detrás de algunos movimientos de opinión (como algunos grupos anti-vacunas centroeuropeos que, en realidad, están cuestionando sistemas de salud ineficaces).
¿De quién es responsabilidad acabar con los bulos científicos y las fake news? Periodistas, investigadores y comunidades científicas se pasan la «patata caliente» de unos a otros, advierte un asistente al debate, pero parece quedar claro que es (y solo puede ser) una responsabilidad compartida. ♦