La imagen del emprendedor de éxito que proyecta el periodismo populista —un joven brillante, con una idea tecnológica original, que consigue hacerse multimillonario antes de los 30 años, como el creador de Facebook, Mark Zuckerberg— no se ajusta demasiado a la realidad. Más a menudo de lo que se nos cuenta, la motivación y el éxito están en otra parte: puede ser en encontrar una cura para un tipo de cáncer, en mejorar el suministro de agua potable en el África subsahariana o en producir energía limpia y barata a partir de la fotosíntesis de las plantas. A veces el emprendedor, si trabaja en el sector de la salud, sabe que su proyecto sólo aporta una mejora en un punto concreto de la larga cadena que tiene la investigación en un extremo y el paciente en el otro, pero sabe muy bien el valor que aporta reducir el coste y el tiempo de desarrollo de un fármaco gracias a sus soluciones informáticas, o la importancia que puede tener una imagen médica mejorada para un diagnóstico precoz y una medicina preventiva.
De estas motivaciones y de proyectos como los que he mencionado estuvimos hablando el jueves, en CaixaForum Barcelona, en una sesión organizada por la Richi Foundation, Biocat y ACCIÓ , entorno al Puente de innovación Massachusetts – Cataluña. Como su título indica, el objetivo de la jornada era reforzar la colaboración entre los ecosistemas de innovación de Boston y de Barcelona, y especialmente facilitar que los emprendedores catalanes encuentren allí las inversiones y los socios que requieren para desarrollar sus proyectos, y atraer hacia aquí fondos de inversión que puedan apalancar las operaciones financieras que ya se están llevando a cabo desde la iniciativa local.
La sesión se articuló en torno a tres conceptos: presentación de las herramientas de apoyo que ponen al alcance de los emprendedores la Richi Foundation —con su programa Richi Social Entrepreneurs— y ACCIÓ —a través de su oficina permanente en Boston—; intercambio de experiencias de varias empresas que ya han dado pasos para conectar con el ecosistema de Massachusetts —compañías de digital health participantes en la misión a la feria Bio IT World celebrada en Boston a principios de abril—; y exposición de los requerimientos de los inversores estadounidenses, a través de la intervención de Marc Goldberg, de BioVentures Investors.
De la intervención de Ricardo García, fundador y presidente de la Richi Foundation, me quedo con la pasión —comprensible porque lucha por la vida de su hijo y de los casi 16.000 niños (0-19 años) que son diagnosticados cada año de cáncer, un 18% en el cerebro y el sistema nervioso central, que son los de peor prognosis— y con la capacidad de convertir las acciones de captación de fondos en herramientas de educación (Richi Talent y Richi Music) y de fomento de la innovación «con impacto» (Richi Social Entrepreneurs). La fundación emplea su densa red de contactos en Massachusetts para crear programas atractivos que permiten al emprendedor, al científico o al creador musical formarse, contactar con entidades y personas clave, y desarrollar su proyecto, y lo que pagan los participantes —o sus sponsors— sirve para financiar los programas de la fundación.
Interesante también el testimonio de las empresas que participaron en la misión a Boston (Braingaze, Clinical Document Engineering, Dinamon, FractalMed, HealthApp, Made Of Genes, Mind the Byte, Mint Labs, OpenTrends y Sequentia), a las que se anñadieron BIOO y H2ONow, dos proyectos de emprendimiento social. En general, todos coincidieron en subrayar las grandes oportunidades que ofrece un ecosistema como el de Boston, por la concentración de inversores a la búsqueda de nuevos proyectos y la predisposición cultural de los estadounidenses al networking («Tienes que ir preparado, porque puedes tener que hacer un pitch de tu proyecto en cualquier lugar y en cualquier momento», comentaba Jordina Arcalis, cofundadora de HealthApps). Los emprendedores participantes advirtieron, eso sí, que los inversores estadounidenses buscan start-up que requieran un volumen de inversión inicial bastante mayor de lo que estamos acostumbrados aquí y que tengan una clara proyección a dos o tres años vista («Hay que atreverse a pensar en grande», señalaba Lazlo Bax, cofundador de Braingaze).
Con todo, el ecosistema catalán puede resultar muy atractivo, porque el desarrollo de un proyecto y la producción son mucho más económicos en Cataluña que en Massachusetts, como subrayó Vicente Ferrer, de BioVentures Investors: «Aquí se pueden hacer buenos proyectos, de forma muy eficiente, a un tercio del coste que tendrían en EEUU». Sin embargo, quedó claro en varias intervenciones que las empresas que quieran captar fondos en EEUU deben plantearse tener un pie en el país, ya sea con una filial o con una oficina comercial.
Sólo un punto a mejorar en próximas convocatorias de este puente: dar más espacio al networking en medio de los diferentes paneles, para hacer la sesión más fluida y maximizar las posibilidades de contactos fructíferos.