Rafael J. Grossmann, en Barcelona

El doctor Rafael J. Grossmann es un futurista, un visionario que reivindica una medicina que utiliza las tecnologías más avanzadas de forma inteligente para reducir errores y liberar al médico de actividades burocráticas y repetitivas para que pueda concentrarse en la relación con el paciente. Porque estos son los objetivos que debe tener para este cirujano traumatólogo de origen venezolano —conocido mundialmente por haber sido el primero en operar empleando unas Google Glasses, en junio de 2013— la aplicación de las tecnologías digitales en el mundo de la salud.

Grossmann está en Barcelona para participar en el congreso Health 2.0 Europe 2016 y el lunes compartió su experiencia y su visión en una tertulia celebrada en la Acadèmia de Ciències Mèdiques i de la Salut de Catalunya i Balears, que fue a la vez divertida y inspiradora. El mérito principal de Grossmann es que se dirige a nosotros desde la práctica cotidiana de la medicina, que ejerce en el área de urgencias de un hospital del estado de Maine, en EEUU. Por eso, habla con la misma pasión de las tecnologías disruptivas que de la relación con el paciente, y está seguro de que las nuevas herramientas digitales pueden reducir drásticamente el número de víctimas de errores médicos —que según algunos estudios causan 440.000 muertes en el año, sólo en EEUU— y ayudar a resolver dos de los grandes retos de la medicina moderna: el incremento del coste y la escasez de profesionales bien preparados.

En los EEUU, la telemedicina es ya una realidad —1 de cada 6 visitas ya es una e-visit—, quizá porque el desarrollo de las herramientas digitales se unen las grandes distancias y la dispersión demográfica, especialmente en estados como Maine, donde trabaja Grossmann y donde fácilmente un paciente debe conducir 150 km para ser atendido por un especialista. De hecho, en opinión del médico venezolano, el 80% de los 1.000 millones de visitas médicas que se realizan cada año en los EEUU, no requieren un contacto directo, sobre todo si se cuenta con cámaras de alta resolución (hoy disponibles en cualquier smartphone) que puedan acercar a médico y paciente. Las previsiones —y el mercado que se deriva de ellas— son espectaculares: en 2019 habrá 129 millones de televisitas en Estados Unidos. Es un gran interrogante saber si en Europa habrá desarrollos similares, sobre todo en el entorno de la medicina pública.

Para el Dr. Grossmann la telemedicina es también una gran oportunidad para mejorar la asistencia médica en los países menos desarrollados. En África subsaharina, ahora mismo, es más fácil acceder a un smartphone que a un WC, afirma Grossmann, con un punto de humor, pero después de 15 años en el mundo de la cooperación internacional puedo afirmar que no va equivocado. Estamos en la era del homo cellularis, afirma Grossmann. Pero el teléfono móvil y su potencial para la comunicación paciente-médico, médico generalista-especialista, centro local-hospital, o el desarrollo de apps que permitan el control de constantes vitales, los ejercicios neuronales, el seguimiento de enfermos crónicos… sólo son la punta del iceberg.

El ponente hace un recorrido por algunas de las últimas novedades en wearables y tecnologías ligeras: un brazalete capaz de registrar decenas de constantes vitales, un anillo con funciones similares al FitBit, un sensor que se cuelga en el cinturón y te alerta cuando se alteran algunas de las constantes preestablecidas, unos pequeños aparatos que se adhieren a la frente y son capaces de detectar el estado psíquico y transmitir impulsos para estimular o relajar al portador, una diadema similar a unos cascos ligeros para escuchar música que es capaz de hacer un electroencefalograma de alta calidad. Incluso, mostró un equipo de ultrasonidos de bolsillo, que permite hacer una ecografía en cualquier lugar, en un autobús o en un campo de batalla.

Pero todos teníamos curiosidad por saber qué se puede esperar de Google Glass, la experiencia que hizo a Grossmann pionero: «Para mí no son en absoluto un fracaso, sino el modelo T de muchos desarrollos que vendrán seguro». Para Grossmann esta tecnología no sólo permite al portador acceder de forma muy intuitiva y fácil a gran cantidad de información —que puede ser de gran ayuda para un médico ante el paciente, por ejemplo— sino que, como él hizo, permite transmitir en tiempo real lo que está viendo un cirujano mientras opera a un grupo de estudiantes de medicina en una sala anexa. Los desarrollos de esta tecnología facilitarían la interacción —las preguntas— de los estudiantes con el médico y una clara mejora de la experiencia de aprendizaje.

Experiencias de realidad virtual o de realidad aumentada para facilitar la práctica médica a los estudiantes o para preparar operaciones de gran complejidad; la disponibilidad de escribas virtuales que vayan recogiendo en forma de texto lo que dice el médico y lo que ve a través de las gafas durante una visita; la conexión de las gafas a programas de inteligencia artificial capaces de detectar contradicciones entre los diferentes datos médicos asociados a la historia clínica de un paciente y lo que el médico está viendo, para evitar errores de graves consecuencias… Estas son algunas de las aplicaciones que Grossmann ve en un futuro inmediato asociadas a la tecnología Google Glass, que con el título Glass at Work ya cuenta con una serie de empresas certificadas como partners para nuevos desarrollos de esta tecnología.

Mañana y el jueves, Grossmann, al que os recomiendo seguir en Twitter (@ZGJR) dará nuevas conferencias, Health 2.0 y en el auditorio del Banco de Sabadell. Vale la pena escucharlo, si os interesa la digital health.

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